Tras la derrota de las fuerzas republicanas que motivó la diáspora española, millares de exiliados llegaron a México. Encontraron en este país posibilidades, apertura y esperanza. Pensaron que la dictadura franquista tenía que caer en cualquier momento y que se volverían a abrir para ellos las puertas de la patria, de esa patria que los había expulsado. Nadie podía concebir el exilio como una situación permanente. Leer Más
La creación de las escuelas en el exilio mexicano cumpliría dos objetivos muy concretos: el primero era educar a los hijos de tal manera que no perdieran la identidad española, que se movieran entre gente similar a ellos y que les formara en el republicanismo que aquellos hombres y mujeres habían defendido hasta las últimas consecuencias. Se preparaba a los niños y jóvenes para volver a España con posibilidades que sus padres nunca tuvieron. El segundo objetivo era ofrecer a los muchos maestros que habían llegado, un empleo digno que les permitiera ir saliendo de la pobreza puesto que sólo contaban con su fuerza de trabajo. Las experiencias de Francisco Giner de los Ríos y de Manuel Bartolomé Cossío, que ya habían prosperado en España, debían ser puestas en la práctica. Las palabras pronunciadas en 1880 tuvieron, en el nuevo país, un sentido profético: La Institución no pretende limitarse a instruir, sino cooperar a que se formen hombres útiles al servicio de la humanidad y de la patria. Para esto, no desdeña una sola ocasión de intimar con sus alumnos, cuya custodia jamás fía a manos mercenarias . En México era posible renovar las experiencias de la Institución y podían mantenerse fieles a los preceptos básicos.
En agosto de 1939, se crearon el Instituto Luis Vives con fondos del Servicio de Evacuación de los Republicanos españoles (S.E.R.E.) y, con un préstamo, poco después, la Academia Hispano Mexicana. El Colegio Madrid fue fundado en 1941 con fondos de la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles (J.A.R.E). Tuvieron además una función social. Los centros colaboraron con becas de matrícula y de comedor a mitigar las primeras dificultades económicas familiares de los exiliados.
El Colegio Madrid, la Academia Hispano Mexicana y el Instituto Luis Vives, formaron generaciones de muy alto nivel, reconocidas por las instituciones de educación superior mexicanas. La obra de los colegios del exilio, vista a sesenta años de distancia, resulta sorprendente. Su propósito fue transmitir y difundir lo mejor de la cultura española universal cuando en España existía censura y persecución. Se enseña la gratitud a México, el respeto a sus instituciones y una especial veneración al general Lázaro Cárdenas. Se recuerda que México es la nueva patria, el lugar de privilegio que permitió a sus padres vivir en paz y en libertad. La llamada segunda generación» del exilio se conformó, de esta manera, con una mayoría de profesionistas con una escolaridad superior a la de los padres.
Fue posible gracias a las condiciones de México, y cabe aclarar que no todo fueron éxitos. Sin embargo, la Universidad, que ha rendido numerosos homenajes a los maestros e investigadores del Exilio, cuenta hoy con un buen número de maestros e investigadores pertenecientes a la segunda generación. Sin duda la emigración republicana cambió la imagen que se tenía en México del español.
A setenta y cinco largos años de distancia, la obra educativa ha echado hondas raíces: La tercera generación se está formando: el Instituto Luis Vives y el Colegio Madrid cuentan con un alto porcentaje de alumnos que son nietos de aquellos refugiados. Muchos otros acuden a escuelas oficiales o a otras instituciones docentes. De cualquier modo, la tercera generación sigue vinculada al origen por medio de los colegios, las casas regionales, los centros deportivos e instituciones culturales que siguen congregando a los hijos y nietos del exilio.