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EL CARTEL ROJO

VINGT ET TROIS ÉTRANGERS ET NOS FRÈRES POURTANT

El 21 de febrero de 1944 los Nazis fusilaron a 23 partisanos, entre ellos un español; Celestino Alfonso, oficial del Ejército de la República Española en el exilio. La mayoría de sus compañeros habían combatido en la guerra de España en las Brigadas Internacionales.

Este grupo de luchadores contra el nazismo fue conocido como el “grupo Manouchian”, líder armenio refugiado en Francia. Todos ellos fueron torturados de manera cruel, pero los nazis no consiguieron arrancarles ni una sola palabra. Antes de la ejecución Celestino escribe a su mujer:

Mis queridos padres, hermana y hermano. Mi querida mujer e hijo. Hoy a las tres será fusilado…os pido mucho coraje como lo tengo yo mismo, mi mano no tiembla, sé porqué muero y estoy muy orgulloso de ello… no me arrepiento de mi pasado, si volviera a vivir volvería a ser el primero. Mi vida ha sido muy corta. Querría que mi hijo tenga una buena instrucción. Mi querida mujer, vende mis ropas para conseguir algo de dinero. Mil besos para mi mujer y mi hijo. Mil besos a todos. Adiós a todos.

El pueblo francés, lejos del posicionamiento del gobierno de Vichy, escribió en las paredes “HÉROES MUERTOS POR LA LIBERTAD Y POR LA FRANCIA”.

La Asociación de Descendientes del Exilio Español recuerda a los españoles republicanos del exilio que lucharon contra el nazi-fascismo en el 75 aniversario de la victoria.

Leo Ferré les dedicó una preciosa canción: L’AFFICHE ROUGE

El cartel rojo
No pedisteis ni gloria ni lágrimas
ni música de órgano, ni la oración a los moribundos
Once años ya, qué rápido pasan once años
Habiendo usado sólo vuestras armas
La muerte no deslumbra los ojos de los partisanos.
Teníais vuestras fotos sobre los muros de nuestras ciudades
Negros con barba y de noche, hirsutos, amenazadores
El cartel, que parecía una mancha de sangre
Porque vuestros nombres son difíciles de pronunciar
y buscaba un efecto de miedo sobre los paseantes.
Nadie parecía veros franceses por elección
La gente pasaba sin miraros durante el día
pero al toque de queda dedos errantes
habían escrito sobre vuestras fotos “Muertos por Francia”
y las lúgubres mañanas eran diferentes.
Todo tenía el invariable color de la escarcha
a finales de febrero por vuestros últimos momentos
y fue entonces cuando uno de vosotros dijo tranquilamente:
“Felicidad para todos, felicidad a aquellos que sobrevivirán
Muero sin odio en mí por el pueblo alemán.”
“Adiós al dolor y al placer. Adiós a las rosas
Adiós a la vida. Adiós a la luz y al viento
Cásate, sé feliz y piensa en mí a menudo
tú que permanecerás en la belleza de las cosas
cuando todo se acabe más tarde en Ereván.”
“Un gran sol de invierno ilumina la colina
qué bella es la naturaleza y cómo mi corazón se parte
La justicia vendrá sobre nuestros pasos triunfantes
Mélinée mía, oh mi amor, mi huérfana
y yo te hablo de vivir y de tener un hijo.”
Fueron veintitrés cuando los fusiles florecieron
Veintitrés que dieron su corazón antes de tiempo
Veintitrés extranjeros y hermanos nuestros por tanto
Veintitrés enamorados de vivir a morir
Veintitrés que gritaron “¡Francia!” al caer.

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