Este artículo ha sido publicado en Crónica Popular 8 de marzo de 2019
María Rosa de Madariaga Historiadora, socia de la Asociación Descendientes del Exilio Español
“Resistir es vencer”. Juan Negrín
Siguiendo con nuestro propósito de rememorar los 80 años del final de la guerra civil española, damos a conocer aquí dos documentos del presidente del Gobierno de la II República, Juan Negrín, desde el mes de mayo de 1937 al de marzo de 1939, a: su “Mensaje a la democracia norteamericana”, del 1 de enero de 1939, y su “Carta al presidente Roosevelt”, del 6 de enero de 1939, documentos ambos rescatados por la Fundación Juan Negrín, a cuyo presidente, José Medina, así como a su presidenta de Honor Carmen Negrín, nieta del que fue presidente del Gobierno de la II República Española, Crónica Popular desea expresar su agradecimiento por haber puesto esos documentos a nuestra disposición.
Lo primero de todo, unas palabras sobre la política de los Estados Unidos de América hacia la República española. Aunque la guerra civil era un conflicto entre españoles, tuvo desde su inicio importantes repercusiones internacionales, por ser igualmente considerables en el Mediterráneo los intereses estratégicos, económicos y militares de las grandes potencias europeas. Y no solo de éstas, sino también de los Estados Unidos, que ya habían puesto de manifiesto su hostilidad hacia el Gobierno de la República desde su proclamación en 1931. Por un lado, el poderoso lobby católico denunciaba el “ateísmo” del nuevo régimen, desde cuya instauración se habrían producido numerosas quemas de iglesias y conventos, y otras acciones calificadas de vandálicas contra instituciones religiosas; por otra, el lobby militar, constituido por la industria armamentística, no veía con demasiados buenos ojos el nuevo régimen de un país cuya Constitución rezaba en su artículo 6º:como ”España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”.
Cuando se proclamó en España la República era presidente de los Estados Unidos el republicano Herbert Hoover- lo era desde 1929 y lo sería hasta 1933-, cuya desconfianza, si no ya abierta hostilidad, hacia el Gobierno de la República eran a todas luces evidentes. En 1933 ganaba las elecciones a presidente de los Estados Unidos el demócrata Franklin D. Roosevelt, lo que hacía presagiar un cambio de política hacia España, Pero no fue exactamente así. La tradicional política aislacionista de los Estados Unidos tuvo, por supuesto, bastante que ver con esta actitud, aunque lo determinante sería la profunda hostilidad que suscitaba el Gobierno de la II República, no solo entre las empresas de armamento, sino también entre las grandes compañías petroleras.
No obstante, el Gobierno de la República y los Estados Unidos mantenían un libre intercambio comercial, hasta que la guerra vino a interrumpir esta situación. Los Estados Unidos declararon desde el primer momento su intención de adoptar una actitud neutral y abstenerse de interferir en los asuntos internos de España. En una circular del7 de agosto de 1936, dirigida a todos los cónsules estadounidenses en España, Cordelll Hull, secretario de Estado (el equivalente al ministro de Asuntos Exteriores) recomendaba a los ciudadanos de este país que se abstuvieran de participar en las luchas intestinas de España.
No obstante, en esta misma circular, el Gobierno de los Estados Unidos admitía que la Ley de Neutralidad votada por el Congreso de los Estados Unidos en 1935, por la que se prohibía a las empresas estadounidenses vender armas a los países en guerra, no se aplicaba a España, ya que se trataba en este caso de un conflicto interno y no de una guerra entre Estados. Este principio no tardó, sin embargo, en aplicarse a España, solo que en detrimento del gobierno legal de la República y en favor de los facciosos franquistas, como se vio claramente cuando la compañía Glenn L. Martin preguntó al Departamento de Estado el 10 de agosto de 1936 sobre la conveniencia de cumplir un contrato contraído desde hacía tiempo con el gobierno español, de vender a España ocho aviones, la respuesta fue enviarle a la citada compañía la misma circular que a los cónsules, añadiendo además que esa venta no correspondía a la política del gobierno de los Estados Unidos, lo que equivalía a disuadirle de que lo hiciera. Pero, no contentándose con ello, ejerció presión para impedir que cualquier otra empresa estadounidense vendiera armamento al gobierno de la República.
Prosiguiendo con esta política, el presidente Roosevelt y el secretario de Estado, Cordell Hull, se apresuraron a redactar la famosa Ley de Embargo que prohibía no solo vender a España cualquier tipo de armamento, sino también cualquier otro material estratégico, como serían los motores de aviación, que una compañía estadounidense, más preocupada por las ganancias que esperaba obtener, se proponía vender al gobierno de la República.
El gobierno de los Estados Unidos intervino también para impedir que otros países le vendieran aviones a España, como hizo con el gobierno mexicano sobre el que ejerció presiones para que unos aviones civiles estadounidenses que había adquirido México no se los vendiese luego al gobierno de la República. Ni que decir tiene que Franco acogió la Ley de Embargo con enorme satisfacción.
La política de falsa neutralidad de los Estados Unidos se vio también claramente en la ayuda a los franquistas de las grandes compañías petroleras, que les suministraron petróleo sin restricciones y a crédito. Bástenos como ejemplo de esta actitud el caso de la Texaco (filial de la Standard Oil), cuando cinco petroleros de la citada compañía, que navegaban rumbo a España para cumplir un contrato firmado en julio de1935 con la CAMPSA, cambiaron de ruta, a instancias del director de la Texaco, para dirigirse a uno de los puertos controlado por los facciosos.
Otro material que el gobierno de los Estados Unidos permitió a determinadas compañías- Studebaker, Ford, General Motors- suministrar a los rebeldes franquistas, a precios inferiores a los de Italia o Alemania, fueron miles de camiones, cuya importancia, para el transporte de tropas a los frentes, es inútil recalcar. Aunque no entró en vigor hasta el 8 de enero de 1938, la inicua Ley de Embargo se aplicó sin pudor alguno desde el inicio de la sublevación franquista.
La ley de Embargo era la versión estadounidense de la política de No Intervención, liderada por Gran Bretaña, pero a la que no tardaría en sumarse Francia. Contrariamente a la tan acareada “neutralidad”, que ambas proclamaban, tanto la Ley de Embargo como la No Intervención fueron de hecho una flagrante intervención en contra del gobierno legal de la República.
Frente a esta actitud del gobierno y de los grandes monopolios de la industria armamentística, petrolera y automovilística, amplios sectores del pueblo estadounidense simpatizaban con la República, como lo prueba la formación del Batallón Abraham Lincoln, compuesto de ciudadanos estadounidenses, que participó junto a los republicanos, en las principales batallas- Jarama, Brunete, Belchite, Teruel-, dentro de la XV Brigada Internacional.
Después de terminada la guerra de España, el presidente Roosevelt confesaba a Claude G. Bowers, embajador estadounidense cerca del gobierno de la República, con la que Bowers simpatizaba, que los Estados Unidos habían cometido un error y que Bowers había tenido siempre razón. Pero ya era demasiado tarde.
En el mensaje a la democracia norteamericana, Negrín trata de sensibilizar a la opinión pública a los sucesos de España, que califica de mundiales y de vital importancia para el porvenir de las naciones democráticas. Negrín pone en guardia sobre los peligros que amenazan al mundo, representados por los regímenes totalitarios, contra los que España representa el primer baluarte.
La posición geoestratégica de España les daría a las potencias totalitarias la llave occidental del Mediterráneo y una presencia dominante en el Atlántico central por medio de la Península Ibérica y las islas Canarias. Negrín eleva su voz contra la ceguera de las naciones neutrales y amigas. Por eso, proclama, los europeos vuelven sus ojos hacia la gran democracia americana.
En cuanto a su carta a Roosevelt, en ella Negrín se refiere al discurso sobre el “Estado de la Unión”, pronunciado el 4 de enero de 1939 en el Congreso por el presidente de los Estados Unidos. En su discurso, Roosevelt, consciente de que una guerra amenaza con envolver al mundo en llamas, y que la paz no está garantizada, apela a los principios en los que se fundan las instituciones estadounidenses, fundamentalmente la democracia, es decir, el pacto entre hombres libres de respeto de los derechos y libertades de los demás. Frente a los peligros, representados por los totalitarismos, que Roosevelt vislumbra se ciernen sobre el mundo, Negrín apela a los principios de democracia y libertad que el presidente de los Estados Unidos proclama, y que son por los que lucha la República española.
Mensaje a la democracia norteamericana*
El verdadero sentido de nuestra lucha sobrehumana
En los momentos en que pasa el año viejo y nace el nuevo, quiero dirigir algunas palabras a la opinión pública americana.
Los asuntos de España son actualmente asuntos mundiales, y lo que en nuestro país puede suceder es de importancia tan vital para el porvenir de las naciones que nadie, en parte alguna, debe permanecer indiferente al curso de los sucesos. Todo país, todo individuo, se verán afectados por el resultado final de la lucha en España. Aquí se decidirá si las relaciones entre distintos países han de ser llevadas a cabo por la fuerza bruta o por leyes internacionales y pactos mutuos; si el mundo ha de ser repartido y controlado por imperios totalitarios o gobernado por Gobiernos democráticos; si el «gansterismo» ha de ser aceptado y erigido en religión cuando lo practican los Estados o si la democracia y la libertad han de sobrevivir; si la adoración del Poder y la fuerza, no ya como instrumentos, sino como fin y propósito, ha de ser reconocida como característica de una nueva era de «Kultur» y, por consiguiente, el derecho y la moral, la ley y la religión han de ser considerados como principios caducos de una civilización agonizante.
Esto, pues —todo esto—, es el sentido, el verdadero sentido de nuestra lucha sobrehumana en España.
La locura y la perversidad de algunas grandes naciones
Durante los veinte años que han transcurrido desde que terminó la guerra mundial, la locura y la perversidad parecen haber inspirado la conducta de algunas grandes naciones. Han envenenado a los pueblos con el odio, el orgullo y la intolerancia. Han cultivado los instintos más bajos y las pasiones, destruyendo los sentimientos más sublimes que eran el fruto de siglos de progreso. Han erigido una doctrina de superracialidad, con objeto de justificar no la absorción, sino el exterminio de otras naciones. Han intentado imponer una nueva filosofía, que no busca la verdad y la sabiduría, que no se preocupa de la justicia y del bien, sino que predica la eliminación de los que piensan de otro modo, y encadena el pensamiento, viola los sentimientos y somete a los hombres a la peor esclavitud.
Aún es tiempo para llegar a la salvación. El nuevo Anticristo y la bestia Apocalíptica, que destruyen y amenazan aniquilar a la Humanidad, pueden ser todavía subyugados y encadenados.
España, primer baluarte contra el totalitarismo
Pero que no sea demasiado tarde, porque el peligro es universal. Un Continente puede quedar rodeado por las aguas; pero los océanos no son ya barreras que puedan contener esos malos espíritus, y el enemigo sabe perfectamente cómo enquistar en la carne el cáncer de la discordia que corroe la fortaleza de la República.
Aprended en el ejemplo de España. Aprovechaos de la historia viva llena de color que se abre ante vuestros ojos.
Mi país ha sido una de las primeras víctimas, pero nos sentimos orgullosos y nos congratulamos también de ser el primer baluarte contra el totalitarismo.
Modos de guerra sin previa declaración
Hoy las guerras no se declaran. Mucho antes de que un país haya sido escogido, meses o años antes, se siembran las disensiones, se provocan los antagonismos, se fomenta la animosidad, y cuando la situación se halla madura y se ha logrado el objetivo de la discordia, entonces un complot por unos cuantos conspiradores, una revuelta de simulados patriotas, o una bien preparada y mejor pagada protesta de una minoría, servirán para encubrir la rebelión y para excusar la ayuda, incubando una nueva clase de guerra, la guerra sin previa declaración. De esa forma, al obligarse, por el miedo y el terror, la complicidad de los espectadores, se evita todo riesgo.
Rebelión militar al servicio de la extorsión y la piratería
Tal ha sido el caso de España. Hace treinta meses estalló aquí una rebelión militar. En ella estaban complicados altos cargos militares y miembros del clero, personajes a quienes la República había permitido conservar sus puestos y dignidades, que la Monarquía les confiriera, y no por sus méritos, en la mayor parte de los casos, sino por gracia y favor.
¿Qué había detrás de la rebelión?
Era preciso, para los planes de expansión de Alemania e Italia, tener bajo su control no sólo ya la enorme riqueza potencial de España, sino también al Gobierno y a los organismos directores de la política de nuestro país, con objeto de formar las bases para su sistema de extorsión y piratería.
Así podían contar no tan sólo con las inagotables materias primas de nuestro suelo, sino también con su magnífica posición estratégica, que les concedería la llave occidental del Mediterráneo, el dominio de la ruta franco-africana, cuyo centro está en las Islas Baleares, y cuyo tráfico se haría imposible, confinándolo entre una Italia y una España fascista. Y, lo que es más importante, podían obtener una posición dominante en Europa en el Atlántico central, por medio de la Península española y de las Islas Canarias.
El espionaje y la excitación a la demagogia
Durante muchos años perseveraron en la preparación del terreno para sus siembras maquiavélicas. Espías y agentes aparecieron por todas partes, bajo el manto de amigos desinteresados.
Así se soliviantaron todos los extremos y excitaron a la demagogia y al fanatismo a derechas e izquierdas, quedando divididos los ciudadanos y produciéndose la pesada e irritada atmósfera que podía provocar la tormenta.
Es fácil seguir las huellas de los distintos agentes que actuaban en uno y otro lado hasta llegar a los representantes oficiales. Todos los partidos consideraron como amigos a tales agitadores, sin darse cuenta de que eran los portadores del mal. La desgracia cayó sobre nosotros.
La ceguera de las naciones neutrales y amigas
El daño hecho por los rebeldes ha sido muy grande. El Estado y el Gobierno se encontraron, al principio, casi perdidos en medio de la rebelión y del motín. La invasión de los instigadores del levantamiento nos ha perjudicado; pero uno de los peores males que hemos sufrido ha sido la ceguera de las naciones neutrales y amigas. El enemigo supo utilizar esta incomprensión, desencadenando contra nosotros la falsedad y la calumnia.
Se nos presentó como peligrosos destructores de los principios tradicionales de la propiedad, la familia y la sociedad. Se dijo que nos hallábamos sometidos a la inspiración soviética. A este efecto, yo os ruego que recordéis que, en julio de 1936, el Gobierno de España era republicano, de tendencia moderada, y que nuestro país era entonces el único Estado de Europa sin representación diplomática en la Unión Soviética.
Se intentó dominarnos con la mentira. Las noticias de asesinatos, crímenes y persecuciones fueron propaladas por todo el mundo y fuimos acusados como autores de ellos.
La complicidad de altos dignatarios de la Iglesia
Por un lado, excitaron a las masas, conocedoras de la complicidad de los altos dignatarios de la Iglesia, a que se alzaran contra quienes evidentemente acumularon armas y municiones y permitieron que los agentes provocadores dispararan desde los templos. Por otro, intentaron que las personas honradas se volvieran contra nosotros, gracias a una infantil leyenda de crueldad. Hoy tenemos las pruebas, que serán publicadas, de que en los más horribles casos actuó la provocación criminal.
La mentira, difundida por la propaganda, se extendió como el aceite en el agua. Y de esa forma el espíritu de humanidad y de liberalismo y los sentimientos religiosos de las gentes honradas pudieron utilizarse en contra nuestra. Pero la mentira no puede conquistar a la verdad, y nuestra resistencia nos ha proporcionado el tiempo preciso para que pueda saberse dónde está la honradez.
La tolerancia y el sentido humanitario del Gobierno, frente a la invasión y a la No Intervención
No negamos que, al principio de la rebelión, el Estado adoleciera de falta de control y el Poder público de falta de autoridad, pero pronto los recuperó. Cada Gobierno, desde entonces, ha tratado de imponer la tolerancia y un sentido de humanidad y respeto al pensamiento de todos. Actualmente, esto ha sido conseguido como jamás lo había sido en España.
Pero mientras tanto, la leyenda había hecho su obra y España se vio colocada, defensivamente, en situación precaria. Los invasores que apoyaban la rebelión pusieron a disposición de ésta masas de material de guerra como nunca se habían empleado en guerra alguna. Y de esta manera, la así llamada No Intervención, la bien intencionada pero unilateral neutralidad, permitió una invasión que era negada cínicamente, a pesar de toda evidencia, y nos dejaba indefensos.
No obstante, el heroísmo de mis compatriotas ha hecho posible la resistencia y frustrado las esperanzas de nuestro agotamiento que abrigaban nuestros enemigos. Tenemos la plena confianza, a pesar de las duras pruebas sufridas y por sufrir, de que seremos victoriosos en la lucha, no tan sólo por nuestra independencia, sino también por la libertad de los hombres y los principios de cultura, tolerancia y democracia. El hambre, la escasez y la miseria serán soportados.
Si tan sólo poseyésemos la tercera parte del material de que disponen nuestros enemigos, la guerra terminaría bien pronto.
El horrendo crimen de anoche
Denuncio crímenes como el cometido hace una hora. Un furioso bombardeo aéreo, el más terrible de los padecidos por Barcelona, ha sembrado el luto y el dolor, en la última noche del año, sobre una gran parte de la población civil. Hasta el momento presente sabemos que ha habido medio centenar de muertos y ochenta heridos. Las ambulancias prosiguen su trabajo, recogiendo más víctimas y llevando a cabo su labor humanitaria a la hora en que les hablo.102 La locura de las naciones invasoras va induciendo a la opinión pública mundial, que tal vez esté próximo el día de que poderosos pueblos sean recluidos en un nuevo Ghetto. Entre tanto, nos limitamos a demostrar al mundo que la justicia y el derecho tienen aún quienes los defiendan.
Los verdaderos europeos vuelven sus ojos hacia la gran democracia americana
Pero ello no es suficiente. Y por eso los verdaderos europeos vuelven sus ojos hacia la gran democracia americana, nuevamente consagrada en Lima. Esperemos que, en esta ocasión, la luz pueda venir de Occidente.
* «El doctor Negrín se dirige a Norteamérica», La Vanguardia (Barcelona), domingo, 1 de enero de 1939. Se reproduce igualmente en el folleto: 2 Discursos del Presidente Negrín. Luchamos por España y venceremos. Mensaje a la democracia norteamericana, s. l., Comisariado del Grupo de Ejércitos de la Región Central, 1939, págs. 19-30).
Carta de Negrín al presidente Roosevelt, 6 de enero de 1939
Sr. Presidente:
Reciba el testimonio de mi identificación completa con el contenido de su discurso. El gobierno español, y estoy seguro que nuestro pueblo en armas, lo suscribe plenamente.
Por los principios en él enunciados, luchamos desde hace dos años y medio.
No por otra cosa.
Los enemigos de la libertad y de la democracia han querido engañar al Mundo sobre el significado de nuestra contienda. Han utilizado para ello la provocación artera en el interior de España y una asfixiante propaganda de patrañas entre la gente de honesto sentir.
Sus maquinaciones y sus embustes han tenido eficacia, pero nuestra tenacidad y resistencia van dando tiempo a desvirtuar sus efectos.
El enemigo, convencido de que ha de precipitar los resultados, intenta dominarnos a toda prisa y trata de atemorizar nuestra retaguardia, en combinación con una ofensiva aplastante en los frentes.
Nuestras ciudades, en su mayoría indefensas las que más, escasamente defendidas, son devastadas a diario y nuestra población civil asesinada por escuadrillas alemanas e italianas con tripulantes alemanes e italianos.
Nuestros frentes son acometidos por divisiones italianas, tropas técnicas alemanas y Cuerpo de Ejército de mercenarios africanos, con un empuje brutal y un derroche de material bélico que ninguna guerra ha conocido.
El esfuerzo de nuestro pueblo es sobrehumano, pero su destino no puede ser otro que sucumbir si nuestras manos han de seguir vacías y nuestros estómagos encogidos.
Los puños de una nación hambrienta no podrán, por grande que sea su espíritu, parar el avance del totalitarismo.
También con estos factores, con la extenuación y el agotamiento, cuentan nuestros enemigos.
Contra la potencialidad económica y guerrera de Italia y Alemania no puede luchar indefinidamente un país como España, bloqueado por sus enemigos con la colaboración de neutrales y amigos.
Oblíguese a la retirada de los agresores alemanes e italianos y dénsenos mientras medios materiales y económicos para hacer posible nuestra defensa, que nosotros nos bastamos para liquidar la guerra.
Buena prueba hemos dado de nuestra convicción retirando a los voluntarios internacionales.
Sr. Presidente: El resultado de la lucha en España decidirá lo que ha de ser Europa y marcará el rumbo del Mundo en el porvenir.
La Historia será inexorable con aquellos hombres de Estado que hayan cerrado sus ojos a la evidencia, y con los que por indecisión hayan dejado poner en riesgo los principios de tolerancia, convivencia, libertad y sana moral que inspiran a la Democracia.
Cada minuto que se tarde en adoptar medidas es un río de sangre y dolor pero es también una trinchera más que pierde la causa de la Justicia.
Estoy seguro de que triunfaremos, mas, si el Destino y la impasibilidad de los demás lo impidieran, resistiremos hasta el aniquilamiento.
Si pereciéramos, habríamos al menos cumplido como colectividad nacional con nuestra misión histórica y como individuos con el mandato de nuestra conciencia.
Sr. Presidente, sus palabras llenas de emoción religiosa y humana
significan para nosotros ánimo y aliento.
Gracias por ellas en nombre de España y en el mío propio.
J. Negrín.